La perfección se esconde en Aquasella
Saquemos pecho de Aquasella
Aquasella, el mítico festival celebrado en el corazón de Asturias, ha demostrado ser mucho más que un simple evento de música electrónica. Este verano, lo que inicialmente se presentaba como una experiencia incierta, terminó consolidándose como uno de los mejores festivales a los que he asistido. Todo ello gracias a una combinación única de paisajes asombrosos, una producción impecable y una atmósfera familiar que invita a volver cada año.
El primer punto a destacar es su ubicación. En pleno corazón de las montañas asturianas, a orillas del río Sella y a solo una hora de Oviedo, se encuentra el «Prau» de Aquasella, un escenario natural que parece salido de un cuento. Rodeado de verdes prados y montañas majestuosas, no importa hacia dónde mires, siempre estarás contemplando una postal perfecta. La naturaleza se convierte en una protagonista más del festival, haciendo que cada momento se sienta más especial y auténtico. Es difícil imaginar un lugar más idóneo para un evento de esta magnitud.
Los horarios son otro de los aspectos clave. Lejos de las rutinas diurnas, Aquasella vibra a su propio ritmo, comenzando al caer la tarde y extendiéndose hasta bien entrada la mañana. Desde las 19:00 hasta casi el mediodía, el festival se convierte en un refugio donde el tiempo parece detenerse, permitiendo disfrutar de la música sin límites. El ambiente nocturno se mezcla con el amanecer asturiano, creando una atmósfera mágica que solo se puede experimentar en festivales como este.
El camino hasta Aquasella también marcó el inicio de una aventura inolvidable. Tras ocho largas horas de coche desde Barcelona, conocimos a tres personas maravillosas de las cuales una de ellas terminó acogiéndonos en el camping como si fuésemos parte de su grupo desde siempre. Este es uno de los aspectos más sorprendentes del festival: la comunidad. La fraternidad y el respeto se sienten en cada rincón, creando un ambiente de hermandad que es difícil encontrar en eventos de este tamaño. Desde el primer día, Aquasella se convierte en una gran familia.
El festival comenzó con la jornada de bienvenida, donde solo un escenario estaba en funcionamiento, pero fue suficiente para dar el pistoletazo de salida a lo que serían cuatro días de música ininterrumpida. Pawloski cerró la noche inaugural de forma brillante, preparando el terreno para los siguientes días, donde el despliegue musical fue creciendo progresivamente. En la segunda jornada, Amber Broos y Fatima Hajji se encargaron de mantener la energía en alto. La actuación de Fatima fue, sin duda, una de las más potentes del festival, recordándonos por qué sigue siendo una de las figuras más destacadas del techno.
La tercera jornada fue un torbellino de emociones. Con todos los escenarios abiertos, la variedad musical era desbordante. Desde el tech-house hasta el hard-techno, pasando por el techno más puro, todo estaba representado. Freddy K, Rene Wise y el mágico B2B entre Ben Sims y Oscar Mulero destacaron como algunos de los momentos más memorables. Por otro lado, en la carpa La Real, Daria Kolosova y Alignment marcaron el ritmo con su mezcla de schranz e industrial, culminando en un cierre épico a manos de Dexphase y Sktryption, que nos dejó con ganas de más justo cuando el sol comenzaba a asomarse por el horizonte.
El cierre del festival tampoco defraudó. Richie Hawtin, Oscar Mulero (en solitario esta vez) y Marcel Dettmann encabezaron una jornada final llena de techno clásico, mientras que el escenario de La Real vibraba con la intensidad del showcase de DURO, con artistas como Aida Blanco o Sara Landry liderando una noche destinada a los amantes del sonido más duro.
A pesar de la tristeza de ver llegar el final, no hay duda de que Aquasella ha dejado una huella imborrable. La producción del festival fue impecable, desde el sonido y la iluminación en todos los escenarios, hasta la disposición de barras y baños, lo cual es todo un reto en eventos de esta magnitud. Incluso la logística, con el acceso al prado a través de una carretera de un solo carril, fue sorprendentemente eficiente, sin ningún caos o atasco que arruinara la experiencia.
Otro detalle que marcó la diferencia fue la cercanía del festival con el pueblo de Arriondas. A solo 10 minutos caminando, el pueblo se convirtió en una extensión natural del festival, facilitando la compra de provisiones y la reposición de energías entre jornadas.
Todo esto convierte a Aquasella en el mejor festival al que he asistido. La combinación de música, naturaleza, comunidad y producción de primera calidad hacen que la espera de 365 días para la próxima edición se sienta demasiado larga. Pero, sin duda, volveré. Porque Aquasella no es solo un festival, es una experiencia que se queda grabada en la memoria.